miércoles, 19 de diciembre de 2012

"Y aquella ortografía. Una palabra sencilla como "calle" aparecía escrita de tres formas diferentes en la misma hoja de papel. Y dos de cada tres veces empieza con la letra k. ¡K! Como en "Joseph K." Por no hablar de la palabra "ayer". Se la he visto escrita "aller", "hayer" e, incluso, HALLER. Lo que quiero decir es que ¡qué estoy haciendo yo, liado con una mujer de casi treinta años de edad que cree que "ayer" se escribre con hache y con elle!"
El lamento de Portnoy, Philip Roth.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Hervé Joncour partió hacia el Japón a primeros de octubre. Cruzó la frontera francesa cerca de Metz, atravesó Württemberg y Baviera, entró en Austria, llegó en tren a Viena y Budapest, para proseguir después hasta Kiev. Recorrió a caballo dos mil kilómetros de estepa rusa, superó los Urales, entró en Siberia, viajó durante cuarenta días hasta llegar al lago Baikal, al que la gente del lugar llamaba el último. Descendió por el curso del río Amur, bordeando la frontera china hasta el océano, y cuando llegó al océano se detuvo en el puerto de Sabirk durante diez días, hasta que un barco de contrabandistas holandeses lo llevó a Cabo Teraya, en la costa oeste del Japón.

Seda, A. Baricco.

lunes, 26 de noviembre de 2012

"No era posible que una expresión tan terrible que alcanzaba a vencer la inexpresividad forzada de sus rostros de piedra, no portara un mensaje de dolor, la prueba de esa condena eterna, de ese infierno líquido que padecían.
Inútilmente quería probarme que mi propia sensibilidad proyectaba en los axolotl una conciencia inexistente.
Ellos y yo sabíamos."

Axolotl, J. Cortázar.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Amélie Nothomb, única siempre en sus primeras páginas (aunque no solo en ellas).
 
 
            <<Nos despertamos en medio de la oscuridad, sin saber nada de lo que sabíamos. ¿Dónde estamos, qué ocurre? Por un momento, no recordamos nada. Ignoramos si somos niños o adultos, hombres o mujeres, culpables o inocentes. ¿Estas tinieblas son las de la noche o las de un calabozo.
Con más agudeza aún, ya que se trata del único equipaje que tenemos, sabemos lo siguiente: estamos vivos. Nunca lo estuvimos tanto: sólo estamos vivos. ¿En qué consiste la vida en esta fracción de segundo durante la cual tenemos el raro privilegio de carecer de identidad?
En esto: tener miedo.
No obstante, no existe mayor libertad que esta breve amnesia del despertar. Somos el bebé que conoce el lenguaje. Con una palabra podemos expresar este innombrable descubrimiento del propio nacimiento: nos sentimos propulsados hacia el terror de lo vivo.
Durante este lapso de pura angustia, ni siquiera recordamos que al salir de un sueño pueden producirse fenómenos semejantes. Nos levantamos, buscamos la puerta, nos sentimos perdidos, como en un hotel.
Luego, en un destello, los recuerdos se reintegran al cuerpo y nos devuelven lo que nos hace las veces de alma. Nos sentimos tranquilizados y decepcionados: así que somos eso, solo eso.
Enseguida se recupera la geografía de la propia prisión. Mi cuarto da a un lavabo en el que me empapo de agua helada. ¿Qué intentamos limpiándonos el rostro con una energía y un frío semejantes?
Luego el mecanismo se pone en marcha. Cada uno tiene el suyo, café-cigarrillo, té-tostada o perro-correa, regulamos nuestro propio recorrido para experimentar el menor miedo posible.
En realidad, dedicamos todo nuestro tiempo a luchar contra el terror de lo vivo. Inventamos definiciones para huir de él: me llamo tal, tengo un curro allí, mi trabajo consiste en hacer esto y lo otro.
De un modo subyacente, la angustia prosigue su labor de zapa. No podemos amordazar del todo nuestro discurso. Creemos que nos llamamos Fulanito, que nuestro trabajo consiste en hacer esto y lo otro pero, al despertar, nada de eso existía. Quizá sea porque no existe>>.
 
Diario de Golondrina, Amélie Nothomb.


sábado, 3 de noviembre de 2012

"Él había estado toda la noche reflexionando en sí mismo, dijo, y había llegado a los resultados más diversos, en cualquier caso insatisfactorios. Uno se podía contemplar desde tantos lados. Desde la superficie, totalmente desde dentro, desde muy profundo. Desde millares de ángulos agudos y obtusos.
Era tan miserable lo que se veía. Y al mismo tiempo infundía miedo.
El hombre, que se retuerce como un gusano en todos los espejos en que se ve obligado a contemplarse".
Th. Bernhard.

martes, 30 de octubre de 2012

<<No se enamore nunca de ninguna criatura salvaje, Mr. Bell -le aconsejó Holly-. Esa fue la equivocación de Doc. Siempre se llevaba a su casa seres salvajes. Halcones con el ala rota. Linces rojos con una pata fracturada. Pero no hay que en...
tregarles el corazón a los seres salvajes: cuanto más se lo entregas, más fuertes se hacen. Hasta que se sienten lo suficientemente fuertes como para huir al bosque. O subirse volando a un árbol. Y luego otro árbol más alto. Y luego al cielo.
Así terminará usted, Mr. Bell, si se entrega a alguna criatura salvaje. Terminará con la mirada fija en el cielo>>.
 
Desayuno en Tiffany's, Truman Capote.